Cuando una mujer empieza a pensar en la posibilidad de ser mamá, muchas cosas pueden pasar. Es posible que unas se lancen sin pensarlo mucho y otras le den seria consideración por meses e incluso años. Es posible también que unas experimenten el proceso con extremo miedo, con ilusión pura o con una mezcla intermitente de ambos.
En mi caso, empecé a filtrar las conversaciones relacionadas con este tema, de una manera diferente. En un principio, solo llegaban a mis oídos comentarios o conversaciones, llamémoslas de tipo A, que sonaban algo así como “aprovecha antes de tener hijos porque después la cosa ya cambia mucho” o “ya con niños todo es complicado” (acompañadas de un tono melancólico). Por obvias razones éstas no ayudaban en mi decisión. Luego, no se si por causalidad o porque inconscientemente las buscaba, las conversaciones que empecé a oír, llamémoslas de tipo B, eran totalmente diferentes. Resaltaban la cantidad de sentimientos que el ser mamá puede despertar y lo transformador que es esto para la vida de alguien; en general el mensaje siempre era que a pesar de lo duro que puede llegar a ser a veces, la experiencia es tan maravillosa que no hay palabras que la puedan explicar. Frente a los dos escenarios entendí que como todo en la vida se trata de decidir cómo asumir las situaciones. Decidí también que el día que tuviera hijos, mis conversaciones y apreciaciones del proceso iban a ser sinceras pero definitivamente de tipo B.
Quise escribir sobre esto porque hace poco una amiga me comentó cómo en una reunión familiar, una mujer al hablar de su experiencia sobre ser mamá dijo algo como “cuando eres mamá te anulas”. La palabra anular significa desaparecer, incapacitar, perder validez. No se si ella lo decía pensando en lo que realmente significa pero sé que hay muchas mujeres que se sienten si no totalmente, muy identificadas con la idea de haberse anulado una vez fueron mamás.
Ser mamá transforma a alguien en lo más profundo de su esencia. Cómo suele decir una amiga “lo que se despierta es animal”. El cerebro se modifica (hay estudios con experimentación con otros mamíferos que así lo muestran). Los sentimientos se vuelven intensos, no te explicas como puedes hacer tantas cosas en el día y de donde sacas tanta energía. Sin lugar a dudas estas transformaciones son enormes y en muchas ocasiones pueden verse como limitaciones en algunos aspectos. Las 24 horas del día ya no son suficientes y la lista de dichas “limitaciones” podría ser bien extensa. Creo que es normal a veces sentirse cansada y está bien darse el permiso de estarlo. Sin embargo es importante tener muy claro cual es el sentido último de ser mamá y basarse en este para hacer de la crianza un proceso sano para todos.
Muy posiblemente en generaciones de madres anteriores, se asumía que cuando se tenía hijos, la mamá literalmente quedaba en un segundo plano. Que antes que ser mujer, se era mamá y que no había nada que hacer al respecto. Creo que las épocas han cambiado y que el mundo nos está permitiendo ser mamás exitosas sin tener que sacrificar nuestra identidad como mujeres, (cualquiera que esta sea). Al leer esto se podría pensar que estoy refiriéndome a las posibilidades que ahora existen para las mujeres en el mundo profesional pero ese no es exclusivamente mi punto. La decisión de ser mamá trabajadora es personal. Lo que quiero decir es que independientemente de que una mujer salga a trabajar o se quede en su casa porque quiere cuidar de sus hijos, no hay ninguna excusa para asumir que por ese hecho su identidad de mujer necesariamente se debe perder o para usar la palabra de la persona (a quien no conozco) que inspiró este artículo, anular.
Como mencionaba al principio del artículo, la mayoría de cosas en la vida implican tomar una decisión que para mí, en el caso de la maternidad, consiste en básicamente escoger entre anularse o reinventarse. Aunque la realidad cada vez se vuelve más compleja y el mundo demanda demasiado de las mujeres hoy en día, si se decide ser mamá (o por diferentes circunstancias no lo decidió pero lo es) es importante que también se decida si esa experiencia que definitivamente trae nuevos retos, le suma a su identidad y a su carácter o si por el contrario se queda en el lamento de cómo era su vida de tranquila cuando no era tan “complicada”. Sin importar las circunstancias que una mujer tenga que enfrentar, la decisión está en empoderarse o esconderse.
Por: Mariangela Rodriguez
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